La necesidad de estar

Llevaba una temporada dándole vueltas y por fin me decidí. Este fin de semana que amenazaba lluvia parecía perfecto para llevar a cabo una buena limpieza de canales, comunidades, suscripciones y grupos. En realidad está limpieza es el primer paso para conseguir uno de mis propósito de este curso: mejorar mi relación con el contenido y con las redes sociales.

He llegado a un punto en el que siento que tengo una saturación importante de información. Esto hace que no sea capaz de disfrutar el contenido que realmente me interesa, sino que sigo almacenando enlaces en el pocket y pestañas abiertas que no llego a leer y acabo perdiendo cada vez que reinicio el ordenador. Un diógenes digital en toda regla.

Algo parecido me pasó durante una época con los eventos a los que asistía: en muchos casos salía de allí sin sentir que me hubiese merecido la pena el tiempo invertido que podía haber dedicado a otra cosa (o a mí misma). Así que me propuse filtrar mucho más a qué me apuntaba para ir solo a aquellos eventos que realmente me interesasen. El resultado: reduje de una media de 8 o 10 eventos mensuales a 2 o 3, mucho más seleccionados y de los que disfruté mas. Me quedé con las ganas de ir a alguno de los que dudaba, pero no me arrepentí de haber ido a ninguno de los que seleccioné.

Cuando organizábamos IxDA Madrid no pude evitar fijarme en algo que nos pasaba en casi todos los eventos: sold out de entradas en menos de 24 horas (a veces incluso menos de 6, dependiendo del número de plazas) y no asistencia sin avisar del 30-40%. No era un hecho aislado sino que era algo que se repetía por sistema, e indagando un pelín vi que era algo bastante común en los eventos gratuitos, independientemente de la temática y el día de la semana. La conclusión a la que llegué es que mucha gente se apuntaba sin consultar su calendario, sin plantearse si le interesaba la charla, si el sitio le pillaba bien y en definitiva, si le apetecía ir. Esas preguntas se las hacían después, a veces incluso el mismo día del evento cuando ya era tarde para ceder su espacio a una persona que realmente hubiese querido estar. Es el ansia de reservar por si acaso porque «total, si es gratis».

Este ansia, esta «necesidad de estar» es lo que veo que cada vez más trasladamos al online: twitter, grupos de Telegram, foros de Slack, suscripciones a newsletters… Es cierto que aquí contamos con una ventaja: no tenemos la restricción del aforo por lo que no estamos quitando ese hueco a otra persona. Podríamos entrar a plantearnos si -por ejemplo en el caso de las newsletter- aumentamos el coste para la persona que genera ese contenido por las herramientas que usa para hacerlo llegar, pero no es el objetivo de este artículo.

Estar pero no participar

A la hora de listar todos estos espacios he hecho una división entre los de solo lectura (newsletters, por ejemplo) y las comunidades virtuales en las que, además de leer lo que otros dicen, también puedo participar (como grupos de Telegram o Slack).

Diría que los canales de «solo lectura» no me generan tanta sensación de estrés en cuanto a la sobreinformación, ya que suelen ser entregas semanales y tengo el correo configurado para que entren en carpetas directamente, así además de no llenarme la bandeja de entrada las tengo organizadas por si en algún momento me apetece volver a consultar alguna. Hay semanas en las que tengo más lío y se quedan sin leer, pero a cambio hay otras más tranquilas en las que encuentro momentos para ponerme al día.

Lo que sí noto que «se me ha ido un poco de las manos» es el número de grupos de Telegram, canales de Slack, etc. en los que me he ido metiendo, un poco con ese «ansia de estar», de «anda, otra cosa que me puede interesar». Soy una persona muy curiosa y a la que le encanta aprender, y además se me da fatal decir que no. Candidata perfecta a meterme en cualquier espacio en el que se comparta información y donde pueda seguir creciendo. El problema es que quien mucho abarca, poco aprieta.

Algo de lo que me he dado cuenta en los últimos meses es que en muchos de los espacios en los que estoy no participo de forma activa, sino que me limito a marcar como leídas las notificaciones o, si me da tiempo hago una lectura en diagonal por si se ha comentado algo que puede interesarme. Pero rara vez aporto contenido de valor. Haciendo un pequeño análisis de estos espacios veo que es algo que no me pasa solo a mi. Que siempre son las mismas personas las que están participando en las conversaciones, compartiendo artículos, y me pregunto… esto que me pasa a mi ¿le pasará a más gente? ¿Estaremos leyendo en diagonal como quien silencia un grupo de whatsapp e ignora su contenido pero sin atreverse a salir?

Realizando esa lista de espacios he llegado a varias conclusiones de porqué he dejado de participar como lo hacía antes:

  • He perdido el interés por el tema. Sobre todo en comunidades muy nicho (una herramienta o metodología) en las que me metí con ansias de saber más cuando estaba empezando o porque en un momento dado se pusieron de moda en el sector. Ahora tengo cierto conocimiento o ya no tengo tanto interés y por tanto no es un espacio al que de prioridad.
  • Tengo menos tiempo. Como el número de espacios ha crecido, si no quiero multiplicar el tiempo que dedico a consumir este contenido tengo que repartirlo mejor entre todos estos espacios. O darle ese tiempo a los espacios que me interesan más.
  • Estoy en otro momento profesional. Relacionado con la pérdida de interés por algunos temas, pero en otro sentido. Ahora me interesan temas más relacionados con la gestión de equipos, diseño de procesos, formación… También busco espacios más dedicados a la reflexión y al intercambio de experiencias, diferentes a los que buscaba hace un par de años.
  • Realmente no me interesaba tanto. Quizá me metí en ese espacio sin plantearme realmente si me interesaba o no. Quizá debí salir de aquí hace tiempo, cuando no me enganchó.

¿Por qué no lo he hecho antes?

Reflexionando sobre esta pregunta me surgen dos respuestas. Una muy evidente: por pereza. Como tantas otras cosas en la vida.

La otra es más profunda y charlando con otras personas del sector he visto que también es compartida: la necesidad de estar. O lo que es parecido: el miedo a no estar.

En nuestro sector hay muchas personas (entre las que me incluyo) que llevamos nuestro trabajo más allá de las horas de contrato con una empresa o proyecto. Escribimos, leemos, nos formamos en nuestro tiempo libre, hacemos side projects, asistimos a eventos, charlamos con otros profesionales, tenemos canales de youtube, podcasts, blogs… En mayor o menor medida, nuestro trabajo se mezcla con nuestra vida personal y nuestro tiempo libre. Y lejos de ser algo negativo, nos puede ayudar a crecer como profesionales y a conocer gente nueva.

Cuando empecé en diseño me encantó formar parte de esta comunidad tan activa y con tantas ganas de compartir, pero al mismo tiempo es algo que me abrumó y agobió. Siempre necesitaba apuntarme a algún curso más, siempre necesitaba ir a algún evento más, leer más libros, más artículos. Cuanto más sabía más me daba cuenta de todo lo que me quedaba por saber. Y peor diseñadora me sentía. Veía a mucha gente compartiendo y hablando de diseño en tantos espacios que llegué a pensar que la única forma de ser buena era estar en esos espacios, dominar todas esas herramientas, leer todos esos artículos que la gente a la que admiro recomienda… Podría decir que en un momento de mi carrera, la comunidad se volvió algo negativo para mi, porque no supe filtrar.

Me daba miedo no estar, porque asociaba estar con crecer profesionalmente. Cuando la realidad es que hay muchas formas de mejorar, y hay muchísima gente que está haciendo cosas super interesantes y no las cuenta en Twitter o en sus blogs. No quiero decir con esto que la gente que hacemos cosas o que las contamos lo estemos haciendo mal, faltaría más. Lo que quiero decir es que no es la única manera y que por supuesto no es necesario. Y que si lo haces lo hagas porque quieres y porque lo disfrutas, no porque sientes que la comunidad “te obliga” a hacerlo.

Menos es más

En una conversación con una persona a la que quiero y admiro mucho, al comentarle este agobio respondió: “No operamos a corazón abierto. Diseñamos pantallas, no somos tan importantes”. De las tres frases, me quedo con una: No somos tan importantes. Nuestro trabajo no es más importante que nuestra familia, que nuestros amigos, que yo misma.

Resultó que dejar de pensar en diseño 24/7 me hizo mejor diseñadora, porque me permitió fijarme en otras cosas que puedo llevar a mi día a día. Me permitió descubrir otras aficiones como la costura, que mira tu por donde tiene muchos paralelismos con el diseño de producto digital (Daniela Rogoza y yo tenemos pendiente escribir sobre esto). Me permitió darme más tiempo para leer y disfrutar con la lectura, en vez de devorar libros para añadirlos a la lista de leídos.

Pero más allá de mi faceta profesional, equilibrar mi vida profesional y laboral me permite dedicar más tiempo a las personas a las que quiero. Me permite disfrutar de momentos de aburrimiento total y recargar las pilas, que también ayuda a ser más productiva.

Por eso, y volviendo al tema original, hago esta limpieza de canales y contenido que me llega directamente, para poder pasar del «marcar como leído» a dedicar tiempo a leer lo que realmente me interesa y poder investigar sobre cosas nuevas. Para disfrutar con ello en vez de agobiarme viendo la cantidad de cosas que comparten algunas personas y que nunca llegaré a leer. Menos es más.

Cómo lo he hecho

Algunas de las preguntas que me he hecho y que me han servido como filtro a la hora de eliminar contenido que recibo son: ¿A cuántas newsletter que recibo les dedico el tiempo necesario para al menos leerlas de principio a fin? ¿Me sigue interesando el contenido? ¿En cuántos canales participo activamente? ¿Cuales de ellos me siguen aportando algo? ¿En cuántos siento que tengo algo que aportar?

Hay una que me parece especialmente importante y que tiene más que ver con lo que comentaba antes; la conciliación de la vida personal con la profesional, y es: ¿cuanto tiempo quiero dedicar al día a consumir contenido relacionado con mi trabajo? Por mucho que me guste, disfrute con ello y quiera aprender más, lo cierto es que necesito hacer otras cosas para equilibrar y no acabar mentalmente agotada.

Ha sido un camino complicado para mí, pero por fin he perdido el miedo a no estar. A asumir que me perderé algunas conversaciones interesantes, herramientas nuevas, charlas a las que podría haber ido… Pero a cambio prestaré más atención a otras personas, podré conversar con ellas más tranquilamente y sobre todo, seguiré disfrutando con lo que hago.


Este artículo es una opinión personal basada en mi experiencia. Si quieres hacerme llegar la tuya estaré encantada, podemos seguir la conversación en twitter o puedes escribirme un mail. Cada persona es un mundo y todos los puntos de vista son interesantes.

Gracias por leerme 🙂

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